jueves, 8 de julio de 2010

La sociedad venezolana de 1811


Luis Felipe Pellicer

Una dominación étnica y también de género

La sociedad venezolana que vivió el 5 de julio de 1811 —y también el 19 de abril de 1810— se fue conformando durante 300 años. Es una sociedad que podríamos calificar de mestiza debido al alto porcentaje de población producto de la mezcla étnica que se produjo a partir de la invasión de españoles y la posterior inmigración forzada de africanos sometidos a condiciones de esclavitud. No obstante, ese mestizaje que, para cierta historiografía complaciente con los poderes imperiales, expresa un relacionamiento sexual exento de prejuicios raciales, es, sobre todo, expresión de las relaciones de dominación y subordinación tanto de raza como de género. Es el resultado del dominio de blancos peninsulares y criollos sobre indias y africanas sometidas a servidumbre y esclavitud. De allí la existencia de altos índices de relaciones informales y de ilegitimidad en la población mestiza, aspectos éstos que constituyen evidencias del carácter opresivo de las relaciones interétnicas, tanto más cuando la ilegitimidad de nacimiento constituía una tacha social que subordinaba más a los ya subordinados por su origen étnico, su condición social y su género.

Gente de inferior esfera

A principios del siglo XIX el 50% de la población mestiza era denominada “parda” o “mulata”. Lo constituían todos los individuos que tenían entre sus ascendientes algún familiar de origen africano. En lenguaje común se les calificaba como gente de inferior esfera.

Según un documento de la época, emitido por el batallón de pardos que rechazaba la inclusión en sus filas de un individuo tenido como zambo, la gama de gentes inferiores estaba constituida por los siguientes grados:

Tercerones: producto de la mezcla de mulato y blanco

Cuarterones: provienen de tercerón y blanco

Quinterón: de blanco y cuarterón, que no se percibe su diferencia con los blancos, ni en el color ni en las facciones.

Zambo: originado de la mezcla de indios con mulatos o negros

Si un zambo se mezcla con tercerón o cuarterón son los hijos de éstos Tente en el aire, porque no avanzan ni retroceden a blanco. Los hijos de cuarterones o quinterotes por la junta con mulatos o negros tienen el nombre de Salto atrás, porque no adelantan hacía blanco sino que retroceden a la casta de negros.

Ahora bien, esta especie de taxonomía racista ubica a las personas en un lugar inferior o superior del sistema de jerarquías sociales de acuerdo a sus características fenotípicas o su calidad, según aparece asentado en las partidas de bautismo y matrimonio. Las clasificaciones no tiene en sí mismas una base real, pues los padrones de población no podían determinar con fiabilidad a qué calidad pertenecía la gente, pero además el mestizaje como objeto de clasificación tiende al infinito y a la imposibilidad cierta de encasillar a la gente en una categoría.

Constituye, a todas luces, una falsa percepción de la realidad, una ideología que la oculta y simplifica con la intención de excluir socialmente a amplios sectores.

El mecanismo de exclusión es un complejo de valores que se sintetiza en el honor, cuyo valor fundamental es la calidad. La población era clasificada en calidades: de calidad blanco, de calidad mulato, negro o indio, etc. Pero, aunque la calidad de blanco era la valorada positivamente, no bastaba con ser blanco para tener honor y, por tanto, para estar en la cúspide de la pirámide social. Además de tener calidad de blancos y ser limpios de sangre, es decir: no tener sangre de moros, judíos o negros, para tener honor era necesario ser descendientes de los primeros conquistadores y pobladores, tener abolengo, ser noble y ser hijos legítimos. Todos esos atributos, juntos, acreditaban a los hombres que los poseían para ejercer funciones y tener privilegios que sólo podía ejercer la gente con honor. Entre éstos estaban: ocupar cargos en el cabildo, ser oficiales de milicias de blancos, estudiar en la Universidad, ser sacerdotes, tener hacienda y esclavos, usar espada, oro, perlas, y que sus mujeres pudieran usar mantos y alfombras para asistir a las iglesias.

En la sociedad venezolana de aquellos años, esos atributos eran exclusividad de los blancos criollos o mantuanos, quienes reconocían como pares, únicamente, a los altos funcionarios y grandes comerciantes peninsulares.

Una solicitud del mulataje

Precisamente son los mantuanos, miembros del Ayuntamiento, autoridades universitarias y eclesiásticas, quienes un año antes de conformar la Junta Gubernativa del 19 de abril de 1810, y antes de declarar la Independencia el 5 de julio de 1811, han protagonizado durante 21 años (1788-1809) un pleito judicial enfrentando a algunas familias mulatas que habían solicitado al Rey se les dispensara la calidad de mulatos para poder contraer matrimonio con blancos, estudiar en la Universidad y ser sacerdotes.

Ante aquella solicitud del mulataje, la reacción de la élite mantuana fue feroz, desde el
Cabildo, la Iglesia y la Universidad se dirigen profusos y “sesudos” folios al Rey, argumentando la inconveniencia de otorgarle la gracia solicitada a los mulatos, e intentando evitar a toda costa su ascenso social.

Según el criterio de la élite mantuana, únicamente la gente de su calidad y honor debían estar en la milicia, ser sacerdotes, estudiar en la Universidad y ocupar los cargos del gobierno local. De allí que la dispensa de calidad a los pardos ocasionaría: “[...] el general trastorno de los Estados Secular y Eclesiástico [...] descubre la subversión del orden social, el sistema de Anarquía y se asoma el origen de la ruina y pérdida de los Estados de América [...]”

Para los mantuanos, negarle la gracia a los pardos es la única manera de conservar el orden y la cohesión social. La Provincia “[...] no se halla [...] en estado de recibir una alteración tan grave en el orden público. [...]”

La aplicación de la Real Cédula convertiría “[…] esta preciosa parte del universo en un conjunto asqueroso y hediondo de pecados, delitos, y maldades de todo género: se disolverá la máquina: llegará la corrupción [...]”

De concederse la calidad de blanco a los pardos, los mantuanos dejarán de ejercer los oficios honorables y los mulatos invadirán como hormigas los espacios y funciones públicas, hasta que no haya gente blanca que pueda defender la estabilidad de régimen colonial, frente a una gente cuya calidad la hace sospechosa de infidelidad y subversión:

[...] Hormiguearán las clases de estudiantes Mulatos: pretenderán entrar en el Seminario: [rematarán] y poseerán los oficios consejiles: servirán en las oficinas públicas, y de Real Hacienda: tomarán conocimiento de todos los negocios públicos, y privados: seguirá el desaliento, y el retiro de las personas Blancas, y decentes: animará a aquéllos su mayor número: se abandonarán éstos a su pesar y desprecio: se acabarán las familias que conquistaron y poblaron con su sangre y con inmensas fatigas la Provincia: se olvidarán los nombres de aquellos vasallos que han conservado con su lealtad el dominio de los Reyes de España: hasta de la memoria se borrarán sus apellidos: y vendrán los tristes días en que España por medio de la fuerza se vea servida de Mulatos, Zambos, y Negros, cuya sospechosa fidelidad causará conmociones violentas, sin que haya quien por su propio interés y por su honra, por su limpieza y fama exponga su vida llamando a sus Hijos, Amigos, Parientes, y Paisanos para contener a la gente vil, y defender la causa común y propia [...] 2



Un esquema ideológico de vieja data

El esquema ideológico que argumentan los mantuanos es de vieja data, se trata de la tripartición funcional de las sociedades feudales, donde las funciones sociales están divididas entre quienes tienen honor y los que no lo tienen. A los nobles corresponde la función militar, eclesiástica, y la administración de la burocracia imperial. A quienes no poseen honor les atañe el trabajo manual, artesanal o agrícola. Unos oran, otros defienden y otros laboran, es el orden antiguo que consagra la desigualdad y la opresión. Un orden que descansa en la supuesta inferioridad de las mayorías sin honor. De allí la necesidad para los mantuanos de demostrarle al Rey la inconveniencia de promover a una gente que ha sido creada por la naturaleza con un sinfín de defectos que la hacen indigna.

Los mantuanos complementan su imagen de la sociedad ordenada con una representación de los mulatos en la que el rasgo sobresaliente es su herencia africana. Según una particular comprensión genética, los mulatos provienen únicamente de los africanos, y éstos son hombres “[...] marcados con toda la ignominia de la barbarie y con toda la infamia de la esclavitud. “Hombres estúpidos, groseros, desnudos y sin más señal de racionalidad que una semejanza desfigurada y casi obscurecida con el ardor del clima. Hombres víctimas de la ferocidad de sus cohermanos que los privaron de libertad. Hombres en quienes las pasiones más groseras tienen un imperio que casi los degrada de su ser. Hombres inclinados al robo, sanguinarios, suicidas, cubiertos por lo común de la confusión de las costumbres más bárbaras [...]”

La sociedad mestiza, como vemos, es una sociedad dividida en calidades y excluyente, cuyo fundamento ideológico lo constituye el honor, el cual actúa sobre los dominados y sobre los dominadores haciéndolos aceptar como natural su lugar en la relaciones de subordinación y dominio. Lo que es más, los subalternos también sienten superioridad sobre otros menos privilegiados, así como vimos entre los miembros del batallón de pardos la intención de excluir a un hombre por su calidad de zambo. O como estas familias mulatas quienes no solicitan la dispensa de calidad para todos sus congéneres de clase sino sólo para ellos, autocalificándose de beneméritos. O como un esclavo de servicio en la casa del amo que se creía en superioridad sobre el que trabajaba en la hacienda. La ideología ha penetrado todo el edifico social y está articulada para consagrar el orden jerárquico, desigual y excluyente.

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