jueves, 8 de julio de 2010

La Soberania Mental


Luis Felipe Pellicer

La sociedad excluyente y de calidades del 5 de julio de 1811 no es tan lejana y pretérita como podríamos suponer. Las ideologías suelen ser reacias al cambio, enquistarse en la mentalidad de los hombres y mujeres de una sociedad por largo tiempo, suelen también cambiar de ropajes para permanecer intactas en su desnudez, son enemigas de cualquier proceso de cambios que promueva la justicia y la equidad social. Hoy debemos estar atentos y concientes de su existencia, reconocerla como el “enemigo íntimo” que es, para poder enfrentarla.

Si en la sociedad de principios del siglo XIX se calificaba despectivamente a alguien descendiente de africano como gente de color quebrado o patas amarillas; si cuarterón, quinterón, tente en el aire y salto atrás fueron calificaciones y ofensas para referirse a todo tipo de afrodescendiente, hoy nos referimos a nosotros mismos como tapas amarillas, sifrinos de orilla, monos, tierrúos, tuquis o chupis, en una serie de clasificaciones que nos subordinan ante el patrón de las clases dominantes.

Detrás de estas manifestaciones verbales del endorracismo y el clasismo se esconde una añoranza por parecernos a los dominadores, de creer mejor lo que no se es, de desconocer lo que somos. De allí que la tarea, iniciada desde el mismo día en que aquí pisó tierra el invasor europeo, sea reconocernos en nuestra diversidad étnica y cultural, y seguir resistiendo y luchando por lograr la equidad y la justicia social. Romper definitivamente el velo ideológico de la sociedad excluyente y alcanzar la soberanía mental plena.

El 5 de julio es un paso fundamental, tanto en la lucha por la Independencia y la soberanía, como en la construcción de una identidad propia, pero también la Rebelión de José
Leonardo Chirino y la Conspiración de Gual y España lo fueron, y lo fueron antes desde perspectivas más incluyentes y populares.

Reconocer los movimientos populares en el proceso de Independencia es tarea fundamental para deslastrarnos de la trampa ideológica. Incluso reconocer movimientos populares adversos a la República, como el acaudillado por José Tomás Boves en 1814, es necesario, porque al hacerlo reivindicamos el 27 de febrero 1989, el 4 de febrero de 1992 y el 13 de abril de 2002. Los reivindicamos en su dimensión popular e incluyente, los reivindicamos como expresiones de la rebelión y la insumisión del pueblo ante sistemas de desigualdad y opresión. La historia no está hecha nada más de acuerdos y desacuerdos entre sectores de las clases dominantes, está hecha de la lucha de los pobres y los excluidos por alcanzar, cada vez más, estadios de justicia y equidad social.

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